domingo, 18 de diciembre de 2011

Descripción, personaje inventado.


Mergosino, es un hombre de 855 años de edad, tiene el pelo lleno de trenzas, azules, una larga barba también azul aunque le empiezan a salir algunas canas en ella, las orejas son pequeñas y de “soplillo”, de estatura pequeña, unos 50 centímetros, delgado pero de espalda ancha, su color de piel es roja, ojos azules como su pelo. Tiene unas manos muy grandes para su estatura, y esto hace que casi todo lo que toque lo rompa.

Utiliza zapatos de charol negros, muy grandes (una talla 45) pero él realmente tiene pies de una talla 37, esto lo hace para que no le rocen los zapatos y por si el pie le crece, no tener que estar cambiando de zapatos. Viste con una capa de felpa de color azul, abrochada al cuello con un imperdible, una camisa amarilla de raso y unos pantalones de pana marrones, que siempre los lleva largos y pisándoselos. 

Ésta viene siendo su indumentaria desde hace muchos años. Va siempre muy bien aseado y le gusta mucho cuidar su imagen. Él dice que por ser un ser extraño, no tiene que dejar de lado el cuidado personal.

Vive en la llanura manchega entre Albacete y Cuenca, más concretamente en un pueblo llamado Cenizate, en una casa pequeña por fuera y grande por dentro, en la que vive junto a su perro y mejor amigo Flamenguín, un chihuahua verde oscuro, de pocos años menos que él.

Mergosino tiene un tono de voz muy grave, tanto que asusta a los niños, pero no es nada agresivo, todo lo contrario, es muy cortes, y gentil.

Mergosino en el día a día, es un hombre desastroso, todo lo que toca, lo suele romper, como ya he dicho antes, pero aparte es que no sabe dónde tiene la cabeza, le salen los conjuros de casualidad y cuando no se acuerda bien del hechizo, el resultado de éste puede ser de lo más divertido.

Descripción, etopeya (autorretrato).


Me llamo José, tengo 18 años, vivo en un pueblo de Madrid llamado Cercedilla, dicen que soy alto para la edad que tengo 1’95 cm (creo que para la edad que tengo y para la que venga), ni gordo ni delgado, de piel morena, con el pelo rapado, aunque el pelo cuando me crece lo tengo moreno y muy rizado, vamos, que si lo dejo crecer, lo tendría a lo afro.

Me considero un joven con mucha fortaleza, dinámico, atrevido, aventurero, trabajador y estudiante.

Soy generoso con quien lo necesita, puedo darlo todo sin esperar nada a cambio, porque lo que realmente espero es la felicidad de los que me rodean.

Soy algo inquieto, no puedo parar ni un momento, cuando no estoy en clase, estoy en el restaurante de mis padres ayudándoles con la clientela, y cuando tengo un poco de tiempo libre me gusta coger la bici y perderme por la sierra de Madrid, a hacer descensos. También me gusta aventurarme algún fin de semana con mis amigos, haciendo deporte de aventura, senderismo, en definitiva todo tipo de deporte que conlleve estar en contacto con la naturaleza. Aun me estoy convaleciente de la última caída, y tengo el brazo izquierdo roto, aun así tampoco paro.

Como a todo joven también me gusta salir de marcha con mis amigos, y conocer a gente nueva.

La ropa que suelo vestir es deportiva, sudadera con camiseta, vaqueros y zapatillas deportivas, todo con colores alegres que acompañen a mi personalidad.

Me gusta la música de los 80’ y 90’, rock, pop. El cine cuando tengo algo de dinero ahorrado suelo ir con mis amigos, me gustan las pelis de acción y de aventuras.

En conclusión, considero que no difiero mucho de un joven de mi edad, eso sí, estoy un poco loco.

Descripción del lugar donde he pasado mis mejores vacaciones


La Brillante luz del sol que adornaba la pradera se introducía entre las ramas de los cerezos en flor, dando una sensación de paz y tranquilidad que era lo que en aquel lugar buscaba. La suave brisa que acariciaba los pétalos casi blancos puros, matizados con el rosa más pálido de aquellas flores de los cerezos, me hacía sentir que respiraba un aire puro y limpio en aquella pradera, desde donde se veía el valle lleno de luz y de vida, sentado en aquella mecedora blanca de madera vieja que hacía chirriar el suelo de madera pero que le daba ambiente íntimo, bajo aquel porche de madera se podía escuchar el agradable canto de los gorriones que se unía con el tranquilo y relajante sonido del riachuelo que pasaba justo al lado de la casa. Una casa antigua, pequeña, con un exterior de madera.  El interior era muy acogedor, gracias a una chimenea que la encendía por la noche y nos sentábamos junto a ella, yo y la persona a la que más quiero, hacía que las horas volasen, el tiempo pasaba tan rápido que apenas daba tiempo a sentir el paso de los días. El estar ahí sentado hacía también que me relajase y desconectase del ajetreado ritmo de vida que llevaba. Algo que también hay en el lugar es un establo con dos caballos uno marrón brillante y otro negro azabache con una media luna blanca en la cara. Con estos íbamos a recorrer el valle, tranquilamente, un valle que visto a caballo cambia muchísimo, porque puedes escuchar los sonidos de la naturaleza y ver como convive la fauna entre la que destaco los conejos, las perdices, e incluso algunos ciervos he llegado a ver en alguna ocasión, pero no suele ser lo habitual. Cuando llega la hora de comer, paramos en una zona despejada de vegetación, que nos permite comer contemplando este maravilloso paisaje, que hace que la comida tenga un sabor diferente en tu paladar.

El poder ir a aquel lugar cada año, hace que me pueda encontrar a mí mismo, y dedicarme un tiempo que es necesario para conocerse a sí mismo y entrar en contacto con la naturaliza, que es tan necesario y en tan pocas ocasiones puedo hacer, viviendo en pleno Madrid.